Lo que Walden me enseñó o ensayo sobre la reclusión.

Si llego a viejo y algún día logro devolverme a mis antiguos pensamientos plasmados en esta farsa de papel, quiero recordar este momento de reclusión. Encerrados en casa por una pandemia global causada por el Coronavirus (COVID-19); crisis que ha desatado consecuencias lamentables, por un lado, pero grandes lecciones de vida por otro. Al menos hoy, sano hasta donde puedo decir, aprovecho estos momentos de ligera pausa para reflexionar sobre esas cosas que la cotidianidad nos hace olvidar, o quizás, tan solo obviar.

Las medidas de salubridad han dictado el quedarse en casa, trabajar desde casa y evitar la interacción masiva de personas para evitar propagar el contagio de un virus que ya de por sí, es de una facilísima difusión. Hay personas que se quejan, otras que egoístamente desacatan la medida, empapados de un gran manto de ignorancia y estupidez. Pero bueno, ese es quizás un debate que no me toca a mí.

Por ahora me enfoco en lo que me llevo a escribir esto y la gran referencia que encuentro con una de las obras literarias que más ha marcado mi vida: Walden or Life in the Woods por Henry David Thoreau. No estoy recluido en un bosque y les puedo asegurar que por mucho no dependo de una extracción arcaica de mis alimentos desde la naturaleza. Simplemente estoy en una casa de ingreso medio, con bastas facilidades y con la grata compañía de a quienes llamo mi núcleo familiar: Mi pareja, mis cuatro perros, dos ranas y un pez.

No obstante, la repentina adaptación a un entorno en el cual nos aislamos en nuestras pequeñas burbujas de realidad para sobrepasar la crisis, ha rellamado mucho a mi mente varias de las reflexiones derivadas de mi lectura de Walden. Para contextualizar, Thoreau abandonó su cotidianidad y en el año de 1845 se fue a vivir a una cabaña en el bosque por dos años, dos meses y dos días, en una especie de experimento filosófico, científico y social. Durante este tiempo, Thoreau se re-educó a sí mismo para entender los aspectos más técnicos de las plantas, los animales y el agua (para asegurarse sus alimentos), adquirir las destrezas físicas que le permitieran desempeñarse en la naturaleza, así como lograr con mucha consciencia, un ascenso filosófico-espiritual derivado de su aislamiento.

Cuando leí esta obra por primera vez, confieso dos cosas. Una fue que lo comencé a leer por mi inclinación profesional a temas económicos (el primer capítulo del libro y al cual Thoreau le dedicó más papel, es una reflexión económica sobre el uso y la distribución de los recursos para la satisfacción de las necesidades humanas). La segunda fue la inevitable e ingenua tentación de querer copiarle en su experimento. A los veintes uno se cree capaz de comerse al mundo, a los treinta solo quiero poder comer postre después de cada comida sin engordar en demasía. Pero bueno.

Conforme fui leyendo la obra, comencé a captar tal vez más fidedignamente, el valor reflexivo de la misma y las luces fugaces que Thoreau lanzaba para repensar en quienes nos convertimos como personas al interactuar en sociedad. Este pseudo aislamiento que vivimos no se compara en lo mínimo al ejercicio de Thoreau, pues la era digital nos permite seguir sumergidos en una interacción que ya casi la equiparamos a la física y a veces incluso, la preferimos.

Sin embargo, en lo personal he querido aprovechar esta soledad selectiva para silenciar un poco el mundo y sus causes. Casi cual zorro encerrado en su madriguera viendo la pradera moverse con el tiempo, contemplando como cada rayo de sol ilumina diferente cada escena y escuchado por vez primera todos los otros seres que con los que comparte vida, pero que ignoraba impacientemente en su afán de cacería. Sé que muchos no compartirán la satisfacción de un escondite como lo hago yo, pero también creo que todos necesitamos esos rincones en pausa, donde vivir solo se traduce en un momento de quietud, donde la respiración lo representa todo… Como debería ser.

El disminuir el ritmo y la velocidad con la que llevamos la vida y su trajín, me han dejado minutos para disfrutar momentos que a veces parecen microscópicos en nuestra labor diaria, pero que, a fin de cuentas, nutren más quienes somos o en quienes aspiramos convertirnos. La vida no es sino momentos. Instantes. Sentires. Thoreau se alejó de todo para acercarse más a sí mismo. Así como el planeta seguramente necesita un descanso de nosotros, quizás nosotros necesitamos un descanso de nosotros mismos.

La prisa nos hala y nos distrae. Nos corroe la vista y nos resta energía de un tirón. A veces es necesaria en esta ruleta que montamos todos, pero a veces se nos olvida bajarnos un rato del mundo y solo ser. ¿Cuántas veces hemos visto la luna resplandecer en su más dulce ternura y corremos a intentar capturar su esencia en un lente inerte? Teniendo a nuestra disposición un ojo anuente a nutrir el alma por medio de su furor. ¿Cuántas veces nos devolvemos realmente a ver esa imagen indolente? Y si lo hacemos, ¿nos nutre igual que lo hace su versión viva y resonante? Anoche, antes de escribir este ensayo me senté a ignorar las horas viendo la media luna que se asomaba por la sala de mi casa. Como seguramente lo ha hecho muchas otras noches, pero yo he ignorado su tonada, porque la prisa no me deja y me agobia el tiempo que cada vez se hace más ágil y necio. Cada vez más amplía su zancada y me deja sin aire y sin ganas. Pero anoche no. Anoche pude conversar con la luna y contarle los secretos de un burdo iracundo y laxo. Anoche pude pensar que no pienso.

La automatización de nuestro cuerpo, nuestros movimientos y hasta nuestros sentimientos, pueden verse como la remanencia primitiva de nuestros instintos y su búsqueda por satisfacer necesidades básicas. Lo que pasa, es que más allá de ello, buscamos satisfacer otro montón de necesidades creadas igual de importantes que las básicas, porque la misma norma social así lo dicta, así lo exige. Para alguien que ha sido arisco a la normatividad colectiva por voluntad y por condición, se torna bastante desgastante intentar complacer cada estándar sobre qué decir, qué pensar, qué sentir. Quién ser. Cómo vivir. E incluso, hasta cómo morir.

A pesar de que somos seres sociales y hacemos de la interacción y la construcción colectiva, un acto realmente necesario y apropiado para nuestro desarrollo humano (cualquier cosa que eso signifique para cada quien), la introspección, el ascenso espiritual, los encuentros con uno mismo y a veces hasta el arte; son aspectos que reclaman como insumo al silencio, a la calma y a la resignación social de un encuentro. A veces necesitamos vacacionar en el limbo de nuestra reflexión, con toda la connotación que la palabra enmarca en sí misma. Vernos, repensarnos, reconstruirnos. Admitir nuestros errores y falencias, admirar nuestros atributos. Construir paralelamente a la vida que nos corresponde, una vida con el propósito único de ser quienes queramos ser, recubiertos en la cursi, pero inexacta sensación de ser feliz. De nuevo, cualquier cosa que eso signifique para quien.

Como verán, a lo largo de este ensayo mi discurso cambia y parece que hablo de todo y de nada a la vez. Que comienzo por la raíz del manzano y termino en la bellota de un ciprés. Y es que algo así es lo que hace en el cerebro un poco de silencio y paz construida en medio del caos, o al menos en el mío que es un tanto chato. Y aunque salga con más dudas quizás, también salgo con la compañía debida y sin disfraz. Y aunque aún me falta muchísimo para alcanzar el nivel de reflexión y sabiduría que pudo haber tenido Thoreau, al menos hago un vago intento por entender y entenderme. Por escuchar el silencio y su telele. Zumba, retumba y canta, a veces de la forma más armónica que se pueda dar en toda su inexactitud. Así de ilógica y así descalza. Así es la vida fuera de esta gran balsa.

Bueno. Y sin muchos chapuzones vuelvo abordo. Si usted logró llegar hasta el final de este texto, siéntase en la libertad de proponer una plática. Conmigo o con usted mismo. Que, a fin de cuentas, si logre contagiarle de este virus de aislamiento constructivo, creo yo, ya es ganancia. Para usted. Para todos.

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Lo que todos hacen.

De niño solía sentirme un chico afortunado. Con mis juguetes bien organizados y mis historias de fantasía, creía tener todo lo que necesitaba. De vez en cuando caía la tormenta y el lugar donde vivía, se solía convertir en la peor de las guerras. Al no encontrar trinchera segura en aquel lugar que se supone debería ser un refugio, decidí cubrirme de armaduras e intentar sobrevivir a aquellas balas que caían por doquier.

Hace cinco días entendí en medio de una terapia psicológica, que todo eso repercutió en quien soy hoy. Como todos, nuestra niñez nos marca, para bien o para mal, y en mi caso, me eximió de herramientas que tanto necesitaba, para poder hacer lo que todos hacen.

Jamás culparé a mis padres. Ellos fueron víctimas también de su entorno y aún así, creaban cielos en infiernos. Aún así dieron su vida por procurar lo mejor para mí y mis hermanas. A ellos no hay nada que recriminarles y por eso, no merecen culpa alguna en mi adiós voluntario. Fueron incluso el único freno de todo esto. Pero aún así, el dolor y el cansancio pujaron más.

Me refugié entre letras y me creí poeta. Escribía todo cuanto veía y guardaba. A veces fui profeta y en mis propios escritos pasados encontré el futuro. Fue mi rincón catártico. Fue el paredón de mis secretos. Aquí los publiqué y acribillé, para que no hicieran más eco. Pero los fantasmas no se mueren con el plomo o la exposición.

Y fue así como nunca pude adaptarme. Todos huían en algún momento. Nunca entendí que vieron en mí para lanzarse a ese primer acercamiento; lástima quizás. Recuerdo a mi amigo Rafael en la secundaria. Recuerdos sus buenos gestos, pero también recuerdo cuando se fue. Cuando otros podían hacer lo que él también, mientras yo seguía recluido en el desconocimiento. Recuerdo aquella fiesta en la casa de Jessica, donde todos mis compañeros de salón comenzaron a hacer planes de lo que seguía. Planes que no me incluían porque yo no podía hacer lo que todos hacían. Recuerdo aquella vez en el 2004 cuando vi vergüenza en el rostro de mi familia, porque a pesar de muchas cosas de las que yo me jactaba, no podía hacer lo que todos hacían con su vida.

Fui muy testarudo porque aún así seguí intentando. Quería formar parte de algo, aún cuando la vida misma me anunciara a bofetadas que ese no era mi camino. La soledad a veces no es opción sino deber. Porque quien se es, puede ser tóxico para otros, así como se es para uno mismo. Aún así decidí creer en el amor y enamorarme. Plena y ciegamente. Irresponsable y egoísta también, porque la gente como yo, que no puede hacer lo que todos hacen, no puede aventurarse donde sabe que no hay manera que le vaya bien.

Así fue como me enamoré. Y como poco a poco me di dando cuenta de lo que poquito que yo era. Otra vez la vida me recordaba que eso no era para mí. Intenté hacer lo que todos hacen. Realmente la vida sabe que traté. Pero el capricho de los maestros que mueven nuestros hilos en contra de nuestra voluntad, a veces se niegan a complacernos. Quizás para ver si acaso nos damos cuenta de cuál es la salida de una vez por todas.

Y hoy domingo, irónicamente en mi historia, he encontrado la respuesta. No quiero que nadie sienta culpas y por eso escribo esto. No quiero causar más dolor ni a otros ni a mí mismo. Y mientras siga respirando, seguirá pasando. Otros lanzan una almohada al rostro de otro en son de broma y solo hay risas. Pero cuando yo lo hago, el golpe rebota y bota cosas y las quiebra. En esas cositas tan pequeña la vida me dice, mae, no vale la pena.

Tengo 39 pastillas en mis manos. Para aliviar múltiples males según la ciencia. Pero sé que en su conjunto aliviarán de una vez, el único mal que me agobia ahorita: yo mismo. Pido perdón, pero también comprensión. Que sea lo que sea que me espere ahora, sé que voy a estar mejor.

Adiós.

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Three.

Being forced to another skin
I’m not here, I’m not here
Trapped between
desire and confusions
wanting to belong
but I’m not here, not here
consequences of this contusion
I said I love you
but that wasn’t enough
love is not enough

[Chorus]

Because when we are three
I’m not here, I’m not here, not here
‘Cause when we argue like this
I’m not here, I’m not here, not here

Devastated, I’m frustrated
this powerless sensation
that keeps me here, I’m stuck in here
between love and hate
masks of this aggression
I am here, I am here
in front of this nightmare
I did not sign in
why can’t be love enough?
Love is never enough

[Chorus]

Because when we are three
I’m not here, I’m not here, not here
‘Cause when we argue like this
I’m not here, I’m not here, not here

[Outro Chorus]

And I’m not sorry, well I’m sorry
I can make it, would’ve make it
but I’m not here, I’m not here
I’m not here, I’m not here
I’m not here, I’m not here
when we are three
I’m not here.

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Red. Three. Autoría propia, 2018.

About a Piano

I wrote a story on an old piano
about a London trip
where I met my dreams and his egos
oh I can’t forget him
though I will forgive it all
cause this life is all about
that same old song

it’s been a year
since we first conquer coldness
in the mountains of a quick revenge
dreaming this would never end
so that’s why you asked me to stay
but forever won’t remain

[Chorus A]

Echoes and flowers
sunsets and hours
flavors of a melody made for two
strangers on a bed
wanting to get through

I’ve heard the tones are raw
and the notes were low
oh the fingers can’t touch, can’t play, can’t call
the memories still hurt
and the past it’s alive enough
to make this a sad song

[Chorus B]

Echoes and flowers
sunrises hours
the truth about love
our highs and our flaws
the moon is a witness
my strength is a sickness
that keeps me living
on my own

I wrote a story on an old piano
I needed to say and to sing
the reasons I have to leave
and even though I love you
and even though I hate that part of you
that keeps me away, far away from you

[Chorus C]

Echoes and answers
questions and madness
I’m moving on
but I’m yours
I’m moving on
but I’m still yours
on an old piano
where I wrote this song
on an old piano
where we made love.

Oh curtains falling
show must go on…

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«Piano Lesson» by Maria Karalyos.

El advenimiento.

Es muy distinto todo ahora. Las fumarolas encendidas de los basureros en llamas, anuncian que el frío por fin se ha asomado. Allí yacía él, petrificado ante el paisaje urbano al que estaba acostumbrado, pero del que no había logrado enamorarse. Han pasado dos años desde su última vista y a pesar de las diferencias aún se pregunta ‘¿realmente habrá cambiado algo?’.

Sus manos ya no son las mismas, sus ojos no miran igual. Su corazón palpita a un ritmo inocuo y su rostro refleja el cansancio de los años. Nunca tocó el piano o entregó el poema que escribió para su padre. Aún carga la vieja mochila repleta de resentimientos. Aún le duele lo incurable. Sin embargo allí, de pie frente a un mundo que no se detiene, se detuvo él. Se detuvo a sembrar raíces en su mirada e intentar abofetearse a sí mismo por testarudo. Frenó su paso y pidió perdón porque sabía que jamás volvería; que con nostalgia por mucho este recorrido sería su despedida.

Los errores no son gratis. Y al no tener suficiente valor para saldar su deuda, decidió rendirse. Sus pies se negaban a caminar inertes por las vías férreas de un espejismo. Recordó al viejo indigente que con su mirar le dictó su destino. Un reflejo de la apuesta y las medallas rotas; jugar a ser dios es de cobardes. Se quitó la vida tantas veces, mientras volvía a sus espaldas el jersey azul de cuello verde. Construyó tantas veces las mismas murallas, que ya sus manos no podían ser fuertes.

De rodillas cayó al asfalto, rompiendo aún más sus pantalones y su rabia. Rogó con ansias el adiós concedido. Pidió ese deseo al viento, tal cual lo hizo cada domingo. Cada primero de enero a la luz de aquel abismo, donde alguna vez dejó que volasen sus cartas, sus letras ciegas, su gloria bastarda. Sabía que su voz era escuchada aún cuando estuviese gastada, pero su petición parecía hacerse aguardar, en medio de una sala de espera llena de arrogancia, donde se escuchaban los gritos de auxilio de una duda pariendo esperanza.

Solo se puede volver a comenzar cuando la batalla la gane el olvido. Triunfo voluntario de la resignación. Ató sus botas nuevamente, miró con desprecio a toda la gente. Volvió a sacudir sus hombros para arrancar el polvo de las puertas que nunca cerró. Con su puño cerrado y una lágrima a cuestas, un último verso susurró. Hora de muerte, tres con veintitrés.

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Imagen «Agoniza el tiempo», autoría propia.

Este es un relato hermano de «Adagio: Un adiós concedido» (2014) y de «Volver a comenzar: Un soneto de olvidos» (2016). Este relato da fin a la trilogía de historias reflexivas en torno a la vida, el arrepentimiento y el tiempo. 

Niño de cristal

No intento sonar pesimista
ni de grises, sol autista
presento las variables dispuestas
en una historia convexa
llena de calaveras y respuestas,
ella se asoma
la calma ha sido expuesta.

Dos gotitas por la noche
una pastilla a cada brote
adormece lo que duele, lo que hiere
adormece todos los sentidos
la razón de su delirio.

Como magia en una poción
se atraviesa el corazón
con la daga que infringió
la ley del gran señor
por entrar donde no debía
por gustarle tanto
su valentía.

Respira y cuenta hasta diez
recuerda no desfallecer
las piernas tiemblan una vez
ojos que lloran no ven
ojos tristes del ayer.

Un beso y una traición
una consciencia sin temor
se arroja sal fuera de la puerta
y una candela anhela ser discreta
para no ser culpable del incendio
de esta locura, su remedio.

Un río, el sol y una canción
el secreto está en la respiración
alejarse no es solución
los pies son guiados por ambición
a la cuna de todo mal
al rincón de lo que es usual
una copa sin usar
pobre niño de cristal.

Reza, reza que es domingo
dale al púlpito su hijo
juntar manos en devoción
este rito una adicción
crucifico la pasión
cordón laxo de la redención.

Avem caelo
gaudium avem
pacem creatura
bonum fake.

Las torturas del porqué
pobre criatura
fingir el bien
niño de cristal
niño de papel
corre pronto
muda de piel.

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«The boy» by Diane Arbus.

Luz de medianoche

Siento que se me acaba el tiempo
el tiempo se acaba y yo sigo quieto
quieto en la penumbra de un sueño
sueño que se disuelve en la rabia y el estruendo.

Siento que la vida es tan solo un momento
un momento de repeticiones galopantes al viento
viento que devuelve la raíz de hechos
hechos que violentan la paz de mis viejos.

Siento que no avanzo y que se me agota la fe
fe que abunda en la boca de mi madre mientras yo me muero de sed
sed que se alimenta de mis miedos y mis males
males que atormentan con duda discursos fundamentales.

Siento como la piel arde ante la zozobra
zozobra que silencia con los años mi derrota
derrota que recuerda la herida abierta
tan abierta como está la puerta de mi espalda rota.

Y, ¿qué si usted se vuelve citadino de este caudal de ruidos necios distraídos?

Y, ¿qué si usted se vuelve la burla ciega de los fallecidos?

La vida se sienta a ver como tejen las marmotas, como saca a pasear la política a sus mascotas.

Y, ¿qué si usted se sienta frente a frente, a este rostro que lleva marcadas las mentiras más corrientes?

Y, ¿qué si usted se olvida por un momento de mi nombre?, para abrazarnos vagabundos a la luz de media noche.

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«Empty», Unknown author. 

Primero de Junio

Millones de estelas
rastro que deja la esencia y el recuerdo
lluvia que cesa el silencio
a mi lado enfriando el fuego
mientras se calienta el tormento
luz tenue
se nubla el cielo.
       bbbbbbbb  
Millones de kilómetros
bastaron para separar la voz del cuerpo
dejar sentir
valiente
sincero
dejar salir
todo lo que se ocultaba dentro
cofre infeliz
un mar muerto.
                      bbbbbbbb  
Millones de indultos
se enjuicia la verdad
yo como juez y parte
me condeno sin piedad
me anuncio sanciones que no existen
incauto yace en mi pupitre
relato vago de un hombre errado
que sin saber discursos
quiso ser libre
y se ató sensible
al bando de lo incomprensible.
                      bbbbbbbb    
Millones de razones
para encausar mis junios
bandera blanca
que hundió mis ritos
habitaciones y secretos
copas y atuendos
cubrí mi rostro con vello
y mis manos con lamentos
murmullos de pasillo
insultos de cemento.
                             bbbbbbbb  
Millones de excusas
que caducan en mi pecho
se extinguió la razón
por un momento
dio paso al pudor
la sal
el suelo
se hinchó lo incierto
la pasión y los sueños
corrió desnuda la paz
mis cimientos
conocí su ciencia
y sus miedos
besé el final
y me entregué
muy quieto.

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«Failure» by Brooke Shaden.

La Doña Muerte

[Coro]
 
Y yo bailo con ella, bailo al ritmo de un vals
Coqueteo con sus cejas
La doña muerte y su ritual
Le lanzo besos y no me detiene
Celebra bodas en mi funeral
Sabe muy bien que es lo que quiere
Y a quien al diablo ha de entregar.
 
Las campanas de la iglesia acusan
En un pueblo ajeno donde me fui a pasar
Con las penas descalzas y las consciencia sucia
Tomando vino en el solar
Borracho estaba ya de la angustia
Y me dispuse a celebrar
Que la vida no siempre es justa
Y no por ello me negaré a bailar
 
Y es que se anuncia prominente
Juega de astuta, sabe engañar
Con flores rosa la santa muerte
Barre la escoria, sale a probar.
 
[Coro]
 
Y yo bailo con ella, bailo al ritmo de un vals
Coqueteo con sus cejas
La doña muerte y su ritual
Le lanzo besos y no me detiene
Celebra bodas en mi funeral
Sabe muy bien lo que quiere
Y a quien al diablo ha de entregar.
 
Sabe muy bien a quien he besado
Y que mis labios saben a sal
Lleva un recuento de mis pecados
Mentiras turbias y sexo casual
Sabe que olvido las intenciones
Y que de noche me suelo disfrazar
Sabe que tiento a los temores
Y me revuelco con Eva y Adán.
 
[Coro]
 
Y yo bailo con ella, en una danza tribal
Coqueteo con sus tetas
La doña muerte y su ritual
Llego a besarla y no me detiene
Celebra vidas en mi funeral
Sabe muy bien a quien no quiere
Pero a este diablo se ha de entregar.
 
Ay ay ay la doña muerte
Traigan las velas que ya es noviembre
Abran las telas de su portal
Ay ay ay la santa suerte
Lanza los dados, todo es azar
Caducan años muy lentamente
La doña muerte ay ay ay nos va a llevar.

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«Catrina a la Marilyn» Autor desconocido.